¿Quién soy? Hoy me hago esta pregunta y me doy cuenta que es la misma que se ha hecho el hombre desde el principio de los tiempos y que muy pocos nos respondemos.

¿Quién soy? Más allá de mujer, hija, madre, esposa, hermana, amiga…

Somos entes en continua búsqueda de sí mismos, que oscilan entre tomar las riendas de sus vidas y quedarse estáticos viendo el tiempo pasar; que tratan de evolucionar, pero sin atreverse a dar el primer paso. Seres que se balancean entre el ser felices y complacer a los demás, entre el vivir libremente y cohibirse por guardar una imagen, o por miedo a no ser amados, a no ser aceptados, a fracasar.

Miedo. Esa palabra no nos gusta. Preferimos decir temor o respeto o prevención o cuidado u otras mil palabras justificadoras. Pero a fin de cuentas es Miedo. Ese que nos paraliza, nos entristece, nos desequilibra y nos hace aplazarnos todo el tiempo. Ese que es el antónimo del amor.

Sí, porque lo contrario al amor no es el odio sino el miedo, que no nos deja asumir el mando y ensombrece la ruta que conduce a nuestro reencuentro.

Entonces, puedo partir de que Soy: Única. Nadie es como yo. No soy borrego de un redil, sino un eslabón magnífico en la cadena perfecta del cosmos.

Lo que yo hago, como me comporto, mis palabras, mis pensamientos, ni que decir de cada una de mis células junto con mi esencia, son míos y sólo míos. Lo que me faculta a ser dueña de mi destino, de mí.

Entonces “Yo trazo pautas”, “Yo marco las diferencias”, “Yo soy la sal de mi propia tierra”. Yo me soy leal, yo soy fiel a mí misma.

Entonces: Yo puedo, Yo actúo y Yo verdaderamente soy.