
Es un hecho el crecimiento de manera vertiginosa de la cifra de adictos a los sicotrópicos, estupefacientes, a la comida y juegos de azar. Ya contamos con términos como: sexoadicto o trabajólico, estallando también las adicciones a las compras impulsivas, al Internet, al gimnasio, al teléfono móvil y ¡hasta a las cirugías plásticas!
En los últimos tiempos podría decirse que casi todos somos adictos a algo. Parece ser que la realidad es tan espantosa o tan aburrida que es necesario escapar de ella.
Las causas que se han citado han sido muchas:
-la problemática socio-económica (la pobreza extrema, la falta de oportunidades, el analfabetismo, la corrupción de los gobiernos, el sistema político…)
-las crisis familiares (la violencia doméstica, el abuso en la niñez, el divorcio, el abandono…)
-los factores genéticos (ejemplificando con la alta tasa de probabilidades de descendientes de alcohólicos que se convertirán en otros más en el futuro)
Son tantas como cada individuo. Terapeutas en general lidian todos los días con “los por qué” de cada caso.
¿Cuál es el ingrediente faltante en nuestras vidas? ¿Por qué ese afán desmedido por conseguir emociones distintas? ¿De dónde surge tanta insatisfacción?
Si lo analizamos con detalle, encontramos en el fondo, en lo más recóndito de nuestro interior, mucho miedo. Una vez, hace mucho tiempo, por la razón que sea, el monstruo del miedo se instaló allí, echó raíces, se ha agigantado y se ha cebado con las heridas no cicatrizadas y las emociones mal canalizadas.
¿Quién puede afirmarse sin traumas? ¿Cuántos hemos crecido en familias funcionales?
Recapacitemos en ello… “Mi neurosis es la más grande sólo porque es la mía.” Y es la que seguimos alimentando con todas las excusas y el papel de víctima que no nos cansamos de representar.
El miedo, tan contrario al amor, siempre nos ha instado a huir de nuestra verdadera naturaleza, la de ser exploradores de nosotros mismos. El camino que nos condujo hacia él ya no puede ser desandado. Sin embargo, siempre hay opciones para cambiar Mi Hoy. Y lo logramos cuando decidimos REDESCUBRIRNOS, trastocando la angustia y el fastidio por las chispas de la alegría por vivir.
Primero debemos admitir sin culpas que no hemos andado bien hasta ahora y de inmediato procedemos a identificar los miedos y a conectarnos con nuestro propio Poder Superior. A partir de ese momento emprenderemos la más apasionante expedición, que nos rebosará de dopamina, serotonina, adrenalina y todas esas hormonas que creemos debemos estimular artificialmente.
Así la realidad cobrará nuevos colores y movimiento y entonces pararemos de sabotearnos y podremos autoproporcionarnos todo lo que nos hizo falta antes: seguridad, apoyo, libertad, aceptación, amor…
Así las adicciones serán otras, las de cambiar cada acción por aquellas que sólo nos concedan bienestar y armonía. Y de entidades sin rumbo pasaremos a ser unos adictos a la vida y amantes de nosotros mismos!!!